Delatar lo impropagable
el latido cálido de lágrimas
los emisarios amargos de palabras
tejiendo seda de arañas para ocultar el aire
Hay sitios mayúsculos de muerte
paisajes de nunca visitarles
el estremecimiento tardío de los huracanes viscerales
Allí donde nunca bebimos olvido sube la escalera inanimada
de la sangre.
Sube despiadada
grita
mueve pueblos vacíos, aeropuertos distantes
cadenas en los dias en que uno envejece tristemente
apagando los relojes con espuma de sal desordenada
Nadie toca la puerta.
Se cierran los rincones con lluvia equivocada.
La ceniza de los ojos del pan
el almuerzo a las seis de la tarde
los pasos sobre las miradas que huyen
las manos que no tendemos a nadie.
Ven a ver los círculos de la magia, la noche sin sueño, las cucarachas
Los vientres ácidos pierden ojos en el túnel
Me sumergo en escombros
ya pasarás un día por las telarañas de seda , ten presente
el fulgor de collar imantado sobre los museos
los fusiles igual que las guitarras
explotan en el bosque fríos e inaccesibles
en el oro salvaje de una noche olvidada.
No digo casi nada.
Todos los nombres crecen de un destrozo de calles
donde alguien ama los fantasmas de las bestias
con una prolijidad incomparable.
Estoy sola.
Me miran morir las viejas estatuas con ojos violentos
apagados
y leo una carta interminable de catástrofes
mientras estallan hogueras en los muñones de mis
dedos y escribo con los restos de las frutas que me nacen
de Laura Inés Martínez Coronel
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